La película de Paula Markovitch, "El premio", llega a www.puentesdecine.com, tras una década de haberse terminado y de haber recibido premios internacionales.
Paula Markovitch estrenó por fin en Argentina su ópera prima “El premio”, de paso triunfal por festivales hace casi una década pero sin pantalla hasta ahora, en un momento que definió como “oportuno y difícil, donde el aire vuelve a ser peligroso y el fascismo del pasado se combina con un virus del presente, invisible y letal”.
“En la película quise contar mi experiencia acerca del fascismo, que creo no solo se experimenta en las cárceles y en las torturas, sino que está diseminado en el aire. Se respira. Ahora mismo, sigue en el viento del Atlántico y en la mirada de cada uno de nosotros. Lamentablemente no ha quedado en el pasado”, expresó en entrevista con Télam la directora nacida en Buenos Aires y radicada en México hace más de dos décadas.
El multipremiado filme cuenta con marcados elementos autobiográficos, ya que tal como ocurre en la trama la realizadora y guionista también debió refugiarse en su infancia junto a sus padres en la localidad bonaerense de San Clemente del Tuyú, durante la última dictadura cívico-militar.
La cinta narra la historia de Cecilia, una niña de siete años que se oculta junto a su madre, Lucía, en una precaria casa en esa ciudad balnearia, en pleno proceso militar.
La pequeña comienza a asistir emocionada a la escuela, donde sabe que no puede revelar su verdadera identidad, pero todo se complica cuando debe recibir un premio a la mejor composición encargada por su maestra de manos nada menos que de los militares, quizás responsables de la posible muerte de su padre.
“Cecilia es un personaje pleno, creativo y que tiene un poder que ella misma desconoce. Se sobrepone a la pesadilla. Pero carga con una culpa que no entiende. Asume en su pequeño cuerpo el peso de un universo desquiciado y hostil”, describió la realizadora de “Cuadros en la oscuridad” (2017).
Paula Hertzog, Sharon Herrera, Laura Agorreca y Viviana Suraniti conforman el elenco de la cinta que obtuvo el Oso de Plata a la Contribución Artística en la Berlinale 2011; el premio Ariel a Mejor Película, Ópera Prima, Guión Original y Edición, en 2013; y Mejor Película en el Festival de Cine de Punta del Este, en 2012; entre otros.
-¿Qué la llevó a contar esta historia hace 10 años?
Paula Markovitch: -Creo que son dos cosas distintas; una es contar la historia y otra es filmarla. Vengo contando la historia de “El premio” desde que viví ciertas experiencias hace 40 años. La he contado como cuento, como anécdota y como recuerdo muchas veces. Incluso, durante el rodaje, me reencontré con una compañera de la primaria y ella me recordó que en el momento de dejar San Clemente, cuando tenía 12 años, les prometí a mis amigos que iba a regresar y escribir una novela sobre nuestra vida junto a ese mar. Cumplí esa promesa, solo que no fue una novela, sino una película.
-¿Qué tan autorreferencial es el personaje de Cecilia?
-Cecilia está inspirada en muchos recuerdos. Aunque también tiene aspectos ficticios. Quise componer un personaje desparpajado y feliz, pero agobiado por el sinsentido del mundo.
-¿Cómo describe la particular relación de esta niña con su madre?
-Creo que es un vínculo ambivalente, porque Lucía quisiera ser una niña, le parece “injusto” tener que cuidar a alguien cuando misma quisiera ser protegida. Por su parte, Cecilia se siente desamparada y culpable por no poder ser el adulto que su madre quisiera a su lado. Se siente culpable por cada año que aún no ha cumplido.
-¿Qué elementos tuvo en cuenta para reflejar las consecuencias de la dictadura cívico-militar desde la perspectiva de una niña?
-Partí de mis recuerdos, de situaciones verídicas. En esos tiempos en la escuela se realizaban prácticas fascistas muy similares a las de las cárceles. Se incentivaba la delación, se realizaban diferentes “métodos de tortura” adaptados a nuestra edad. Un sistema de premios y castigos. Y por supuesto, el miedo palpitando entre nosotros. Un miedo de todos hacia todos y a nosotros mismos.
-¿Qué siente al estrenarse la película en Argentina después de una década?
-La industria del cine nos acostumbra a definiciones y limitaciones que me parecen artificiales. Tanto respecto del origen nacional de los films como a “la vida breve de las películas”, que se supone revolotean sobre alfombras rojas un ratito para luego caer en el olvido. No concuerdo con esas perspectivas. La película es Argentina desde su tema hasta sus artistas y además es mexicana, polaca, francesa y alemana (es una coproducción de estos países), y es también de todos los que la hicimos. Y que se estrene ahora me parece muy oportuno, es un gran momento. Un momento difícil, donde el aire vuelve a ser peligroso y el fascismo del pasado se combina con un virus del presente, invisible y letal.
-¿Qué sensaciones tiene en la actualidad al pensar en Argentina, en su infancia y en la sociedad?
-Soy argentina, es mi país, y también soy mexicana. Sigo haciendo películas en Argentina con grandes artistas aliados. La sociedad en el mundo me parece resquebrajada, estamos aislados, asustados unos de otros, alertas. Estamos más solos que nunca. En la infancia adquirí mucha fuerza y regreso a ella en sueños cada vez que necesito “ayuda”. Paradójicamente, en esa playa desolada, en esos tiempos de incertidumbre, también fui muchas veces enormemente feliz.